El empresario Sanjorgense Federico Trucco fue nota en el diario La Nación. El mismo había sido reconocido como emprendedor del año por EY Argentina.
A Federico Trucco se lo ve como pez en el agua, rodeado de emprendedores de todos los países. Formado en la universidades norteamericanas de Luisiana e Illinois, piensa más a escala global que nacional al proyectar sus negocios. «Si pensás una empresa argentina para el mundo, en algún momento la Argentina va a dejar de ser un problema», dice entusiasmado en el lobby del hotel Hermitage de Mónaco.
EY Argentina distinguió a Trucco como emprendedor del año por su desempeño como CEO de Bioceres, la compañía de biotecnología que logró desarrollar una soja resistente a la sequía, que hoy cotiza en la bolsa de Nueva York. Con un estilo visionario, se siente frustrado con la política del Gobierno hacia los agronegocios, por considerarla conservadora.
-¿Por qué Bioceres fue elegido el emprendimiento del año y en qué se diferencia la empresa de otras dedicadas a biotecnología?
-Bioceres es una plataforma de negocios por sobre todas las cosas, que opera dentro del mundo del conocimiento de la biotecnología agrícola. Lo que nos diferencia es que nos dedicamos a las tecnologías que tienen que ver con la interacción de las plantas con el medio ambiente. La industria biotecnológica tiene US$20.000 millones al año en regalías, de los cuales el 99% es por la venta de tecnologías de protección de cultivos, que permiten el uso de un herbicida o que controlan un insecto o grupos de insectos. Nosotros decididamente no estamos en ese espacio, sino que desarrollamos tecnologías para permitir que una planta sobrelleve mejor una situación de sequía, crezca con mayor productividad en un ambiente limitado por salinidad, y asimile mejor los nutrientes. Creemos que eso, desde el punto de vista de la oportunidad, es mucho más importante que la protección del cultivo.
-¿Qué proyectos innovadores están desarrollando ahora?
-En el mundo de las semillas buscamos aportar microorganismos que nos permitan personalizarlas según cada contexto productivo. Hay una variabilidad biológica de los campos que no podemos abordar de manera uniforme; hay que entender cuál es la diferencia entre un ambiente y otro y formular tratamientos microbiológicos para las semillas. En eso invertimos, porque pensamos que la semilla del futuro es una semilla personalizada, no una semilla genérica que se puede sembrar en muchos lugares de igual manera y esperar los mismos resultados. También nos importan mucho las tecnologías de transformación. Parte de la rentabilidad del agro no tiene que ver con producir cada vez más, sino con hacer más cosas con lo que ya producimos. Estamos viendo cómo transformar las materias primas en biomateriales. En vez de sacar asfalto derivado de procesos de la industria de hidrocarburos, tener un asfalto que venga de la chala del maíz o de la paja del trigo. En la industrialización del segmento de los biomateriales está la mayor oportunidad.
-¿Ser un jugador más chico es ventajoso para innovar?
-Las grandes empresas tienen dificultades con la innovación. Primero, porque su primera preocupación es mantener lo que tienen. Nosotros pensamos cómo crecer sin perder esta idea del startup crónico. Para eso, hay que estructurarse de forma no vertical. Si pensás que te vas a convertir en un conglomerado enorme vas a aniquilar tu capacidad creativa. Si crecés en forma modular (crear muchas células que van a tener un alto grado de independencia), al final del día serás la sumatoria de todo eso. Yo creo más en ese tipo de crecimiento.
-¿Cuánto influye estar en la Argentina, donde las crisis son cíclicas y recurrentes? ¿Se puede tener una cultura de startup crónica en un país donde a veces no se puede proyectar a un año?
-A veces las cosas se te hacen más largas, pero se termina teniendo compañías mas resilientes, porque han tenido que tener plasticidad para poder sobrellevar los vaivenes. Creo que las empresas que se piensan desde la Argentina para la Argentina van a estar siempre limitadas. Si se piensa una empresa para el mundo, en algún momento la Argentina va a dejar de ser un problema.
-¿Cómo evalúa la políticadel Gobierno con respectoa los agronegocios?
-Yo la veo con cierta frustración. Si bien, obviamente, el campo está mejor y hay un gobierno que lo trata mejor, creo que hay una agenda pública súper conservadora. Sinceramente, no veo una agenda dominada en serio por la innovación, con un entendimiento profundo de las tendencias globales. Estar mirando todos los años cuántas toneladas producimos es condenarnos al éxito del pasado. El futuro no es la proyección lineal de lo que hacíamos antes para hacerlo cada vez más. Para mí, la diferencia tiene que ver con cómo va a cambiar la industria de los alimentos, cómo comenzamos a converger con la nutracéutica, la funcionalización de las materias primas para que lo que consumimos tenga impacto en la salud. Como país tenemos que aprovechar nuestra fortaleza agrícola para liderar esa transformación. ¿Estamos mejor? Sí, pero podríamos tener algo mucho más ambicioso, y ahí es donde tengo algún grado de frustración con quienes manejan la agenda agroindustrial de la gestión.
-Sobre el tema de la tecnología aplicada a alimentos, hay sectores muy críticos con productos como los transgénicos…
-Hay dos tendencias en el mundo de los agronegocios. Una es la producción masiva, donde se necesita ser muy eficiente por unidad productiva. En esa agricultura de escala los cultivos ganadores son los transgénicos. Esa agricultura de escala no está muy ligada en forma directa a la alimentación humana. Por otro lado, está la tendencia de los alimentos saludables, donde quizás está la mayor resistencia a los transgénicos. Hay una postura que dice que hay que volver a la agricultura de antes, la orgánica; bueno, desarrollémosla. Yo no voy a pelear con creencias. No es un debate científico, es un debate político, ideológico y de creencias que están arraigadas y no nos conviene combatir. Si existe el mundo de los orgánicos, seamos líderes en eso. Yo creo que una persona que está en contra de los transgénicos no va a estar en contra de un trigo que tenga menos gluten o mejor calidad de fibra. y que haga que cuando coma una galletita no tenga un shock glucémico.
-¿Cómo vivió estos días rodeado de emprendedores?
-A mí me fascinan las historias de vida, ver que una persona que nace en un contexto adverso crea un imperio, contra todos los pronósticos. Y no por la lógica materialista, sino por la lógica de la superación humana, la lógica del creer que las principales limitaciones son las que uno se autoimpone. Si se piensa en un ser que vive, ¿cuánta energía le dedicamos a mantenernos vivos y cuánta a evolucionar? La Argentina es el ejemplo más notorio de un país que está todo el tiempo evitando que se le caiga el techo y tiene muy poca de su materia gris dedicada a la evolución. Y ahí el emprendedorismo tiene un rol central.