viernes, marzo 21
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A pesar de la baja de retenciones, el campo comercializó menos soja y maíz.

La política de reducción de retenciones impulsada por el gobierno de Javier Milei tenía un objetivo, que era incentivar la venta de granos y aumentar la liquidación de divisas en un contexto de necesidad fiscal. Sin embargo, los datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires muestran que los productores vendieron menos soja y maíz que en los ciclos agrícolas anteriores.

Lejos de acelerar la comercialización, la medida fue recibida con cautela en el sector, que enfrenta incertidumbre económica, volatilidad de precios y dificultades climáticas.

Desde el 30 de enero, el Gobierno dispuso una reducción temporal de los derechos de exportación hasta el 30 de junio de 2025. La soja pasó de tributar el 33% al 26%, el maíz y el trigo bajaron del 12% al 9,5%, mientras que la harina y el aceite de soja pasaron del 31% al 24,5%. Con esta medida, el Gobierno buscaba mejorar la rentabilidad de los productores y estimular la comercialización para incrementar el ingreso de dólares a las reservas del Banco Central.

Sin embargo, los productores mantuvieron un ritmo de ventas menor al esperado. El mercado internacional incierto, la expectativa de un repunte en los precios y la necesidad de recomponer márgenes tras una campaña marcada por costos elevados llevaron a muchos a postergar la comercialización. En este contexto, la estrategia predominante fue la retención de granos como resguardo de valor en medio de un escenario macroeconómico inestable.

Según el informe de la entidad porteña, entre el 29 de enero y el 13 de marzo de 2025, los productores vendieron 3,22 millones de toneladas de soja, lo que representa 1 millón de toneladas menos respecto del promedio de los últimos ocho años. En comparación con el mismo período de 2024, la merma fue de 600.000 toneladas.

En el caso del maíz, la comercialización alcanzó 2,34 millones de toneladas, 700.000 toneladas menos que el promedio histórico y 100.000 toneladas menos que el año anterior.

Los productores optaron por almacenar granos ante la incertidumbre económica. Además, las expectativas de una posible devaluación en el segundo semestre del año refuerzan la estrategia de retención. A esto se suma que, en muchos casos, los costos de producción continúan elevados, lo que obliga a los productores a esperar mejores condiciones de mercado antes de vender. La falta de acceso a crédito competitivo también influyó en la necesidad de preservar los granos como un activo estratégico.

A diferencia de la soja y el maíz, el trigo experimentó un comportamiento distinto en términos de comercialización. En el mismo período analizado, se vendieron 2,06 millones de toneladas, lo que representa 300.000 toneladas más que el promedio histórico. Este crecimiento se debe a la necesidad de generar liquidez inmediata, dado que los costos de producción para la siembra de la campaña fina requieren capital en el corto plazo. Además, la demanda internacional de trigo fue más dinámica, lo que permitió concretar negocios de exportación con mayor fluidez.

Fuente Ámbito